FUNCIONARIOS Y ASESORES TECNICOS.

A)  Funcionarios.

Lo aconsejado para los electores y elegidos  vale para todos los servicios; sin embargo, hemos de subrayar que, sin una buena administración, los estadistas más eminentes quedan reducidos prácticamente a la impotencia. La buena administración requiere que todos los funcionarios tengan:

1) Conciencia profesional caracterizada por el interés de mejorar constantemente su competencia, que, juntamente con el valor moral, han de ser los criterios para conceder un cargo o puesto, y no el pertenecer a una familia, a una tribu, a una región o distrito.

2) profunda moralidad, amor a la verdad, sentido acendrado de justicia y preocupación

constante de procurar el bien común. Son enemigos del bien común todos los que se esfuerzan en corromper a los funcionarios públicos para conseguir favores injustificados e inmorales,

3) Entrega generosa y real. Esto es, estar en su puesto a la hora. Eficiencia en el trabajo y en recibir al público. Ser servidor del bien común y formar parte del servicio público supone estar realmente al servicio del público y no considerar que el público debe plegarse a los caprichos, imaginaciones, genio y humor de los funcionarios. Se trata nada menos que de una cuestión de justicia, de caridad y respeto a la dignidad de la persona humana.

B) Asesores técnicos.

La gestión de un Estado requiere un gran rigor científico administrativo y técnico. Los pueblos recién nacidos al concierto de naciones libres se ven obligados a recurrir a la contribución de los técnicos, en su mayoría extranjeros, en bien del desarrollo del país, ya que es insuficiente y a veces nulo los cuadros de técnicos autóctonos.

Nuestros hombres públicos deberán escoger colaboradores competentes y honrados y alejar sin piedad a los corrompidos y ventajistas, tanto más cuanto se trate de técnicos. La misión de los técnicos es muy delicada. Su papel es capital para el futuro del país, de ahí su gran responsabilidad ante Dios y ante la nación. Encontrarán estima, confianza y amistad verdadera los técnicos que se ponen real y sinceramente al servicio del país. En cambio crearan una situación sicológicamente difícil, suscitaran desconfianza y malestar y provocaran encontronazos los técnicos que pospongan el bien común del país a sus beneficios personales, a los de su clan o tribu, a los de su país de origen.

Recordamos a los cristianos que vienen de otros países y, sobre todo, a los católicos europeos, el gran bien que realizaran en este joven país dando ejemplo de una vida verdaderamente cristiana. En los tiempos pasados cuantos hombres, mujeres, jóvenes, familias cristianas de nuestra madre patria fueron para los nativos verdaderos modelos de un cristianismo auténticamente vivido aun cuando no faltaron deficiencias humanas en algunos casos. No queremos decir con esto que no haya buenos ejemplos en nuestros días, sino que quisiéramos que se incrementara esta ejemplaridad de vida cristiana en todas las dimensiones, estructuras y estamentos de la vida de este pueblo a fin de que no se desvíe de la senda de la civilización cristiana recibida de España. Con esta ocasión llamamos la atención de algunos católicos europeos acerca de las expresiones siguientes, creadas por ellos a raíz de la venida del primer Obispo nativo a Bata: Ya tenéis vuestro Obispo —dicen—, un Obispo propio vuestro, vuestro hermano de   raza.» Y estas otras: Vuestro Obispo os dice, os escribe,» etc. Estas expresiones, vacías de catolicismo y, por ende, de la Iglesia, han hecho daño a muchos católicos nativos. No han faltado entre éstos quienes se han hecho esta pregunta. ¿Es que hasta ahora los Obispos que ha habido en Guinea Ecuatorial no eran nuestros? Y si lo eran, ¿lo fueron a medias o aparentemente? Si ahora tenemos nuestro hermano de raza, los anteriores ¿qué eran con relación a nosotros?

Todo católico digno de este nombre sabe que el Obispo es por voluntad divina Pastor y Padre de todos los cristianos de su diócesis, y como a tal deben mirarle todos y cada uno de sus diocesanos de cualquier estirpe, origen o raza, y que todos los cristianos están llamados a cooperar en el desarrollo espiritual y material de la diócesis en que viven.

 

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